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sábado, 31 de agosto de 2013

¡Qué bonito es trabajar en la montaña! (II)

Las sensaciones en la noche fueron bien distintas. Un servidor estaba muy muy cansado y durmió las 12 horas del tirón. Al levantarme caras de preocupación en la casa. ¿Durmió bien? ¿o le molestaron los perros? ¿Qué perros? pienso yo. Resulta que la noche había sido movidita en casa. La perrita de la casa estaba en celo y por el día la cosa se controla pero por la noche es más difícil. Así que tuvimos a todos los perros de la vereda "cortejando" a la señorita. Como la cosa estaba difícil tirando a imposible, pues empezaron las peleas y los ladridos entre los pretendientes. La cara de Julene era un poema al levantarse. "Creía que había un lobo al principio" decía "pero luego ya he caído que no podía ser, porque ni los pollos y ni el caballo se han inmutado", "¡Vaya noche me han dado los perros!".

Total que daba igual, ya podíamos haber dormido porque nos esperaba un día muy muy cañero. Desayuno contundente (arroz, arepa casera y huevos) y a patear. La idea era visitar un par de escuelas para exponer el proyecto a los docentes, conocer como enseñan la materia de ciencias naturales y educación ambiental, y conocer también la opinión de los alumnos al respecto. Hubiese sido bueno comenzar por la escuela de la vereda, pero como ya dijimos la maestra estaba fuera. Tocaba andar y bastante.

A las 9 de la mañana y con el sol pegando duro duro empezamos a bajar a saco por un camino que bien merecía una carrerita de trail. Por lo menos el día despejado dejaba una vista del cañón de Calabazas digna de verse.

Cañón de Calabazas
En un momento llegamos a la escuela de San Jose, donde ¡sorpresa! ya conocíamos al profesor. Resulta que era de Ginebra y acudió al encuentro al que fuimos en la vereda de las Hermosas (si queréis recordarlo clicar aquí). A mi no me sonaba tanto (cosas de estar con la cámara todo el rato), pero Julene si que le recordaba. Apenas eran 6 alumnos. El maestro nos permitió coger el timón por un rato y nos presentamos, les contamos de donde veníamos, les enseñamos porque Julene se dice como si fuese una "Y" en vez de "J" (euskaldunizando y tal) y les interrogamos un poco sobre que hacían en educación ambiental. Gracias a que el maestro era de escuela agropecuaria tenían la educación ambiental muy controlada.

"Pues yo vengo de por aquí, mas o menos".

Euskaldunizando un poco

Un recreo muy culto, con prensa y todo

Julene también se apuntó al recreo
Ahora venía lo duro. Estábamos en una carretera que ya conocíamos y sabíamos que teníamos un buen trecho hasta el siguiente punto. Ya seria las 10.30 de la mañana y el sol apretaba de lo lindo. Gorra, botella de agua y a patear. 40 minutos después llegaríamos a la segunda escuela ya en la vereda de Calabazas, después de haber subido un buen trecho.

Aquí la cosa de la clase era más complicada. 29 alumnos de distintos grados en la misma aula. Llegamos después del recreo. ¡Qué gran favor le hicimos a la maestra amansando a las fieras durante unos 30 minutos! Seguimos la misma dinámica que en la escuela de San Jose. A lo de "somos vascos" respondieron con extrañeza (como no), pero más extrañados y sorprendidos se quedaron cuando les descubrimos que la persona que da nombre a su escuela (Policarpa Salavarrieta, heroína de la independencia de Colombia) tenía por apellido uno vasco (ya bastante colombianizado).

Corriendo a la sombrita 
Un gustazo de escuela. Nueva y muy bien cuidada.

Amansando a la masa

Son unos cuantos ¿verdad?
Con las escuelas entrevistadas y sabiendo de la buena acogida que podía tener el plan de educación ambiental, nos fuimos contentos para casa de vuelta. Fue como hora y media caminando con paradita para recuperar (nunca más pantalón largo y sol, prefiero que me devoren los mosquitos). Al llegar a casa, comer y siesta obligada antes de volver al trabajo.

A la tarde nos tocaba la sesión de etnobotánica. El objetivo era recoger información sobre los usos de las plantas de la reserva para tenerla documentada. Así no se perdería ese conocimiento, ademas de servir como una excusa más para la protección de la reserva ya que puede suponer una fuente de ingresos para la vereda si se explota de forma sostenible. Acompañados por el hombre del grupo "Renacer" y el tío de Diana Patricia, nos recorrimos toda la reserva viendo este y aquel árbol. También nos acompañó nuestra nueva amistad del viaje, el pequeño profesor: Daniel. Daniel es el sobrino de Patricia y tiene 6 años. ¡Menudo fenómeno!

Por el camino vimos como alguien había excavado la madriguera de un armadillo para llevárselo. Una excusa más para proteger esa zona. También re-visitamos todos los lugares emblemáticos de la reserva: el cedro, el patudo y la cascada.

Qué poco nos vaciló este buen hombre ...

Equipo (casi) al completo

Visitando al cedro, ...

... al patudo...
... y a la cascada.


Parece que se han llevado algo
Las horas de caminata pesaban ya y nos fuimos a casa. Allí teníamos noticias. Parecía que el paro se iba a poner caliente en la zona al día siguiente así que nos recomendaron bajar el mismo día bien temprano para esquivar alguna concentración y que nos quedásemos tirados en la carretera. Para rematar el día tocó cenar a la luz de las velas porque se fundieron los plomos.

"Telenoveleando"

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El domingo amanecimos mejor (los perros se portaron bastante mejor) y enseguida recogimos y nos fuimos a esperar a la chiva. ¡Por fin íbamos a viajar en la famosa chiva! Para los que no sepáis la chiva es el transporte por excelencia en Colombia para moverse en zona montañosa. No es más que un camión que esta habilitado con unos bancos corridos a modo de autobús. Parece mentira, pero bajan a toda pastilla las cabronas. Es muy gracioso ver que la chiva es una especie de lugar de encuentro de gente de la zona. Todo son cotilleos, sorpresas y gritos.

¡Cuanta elegancia a bordo!

No hay trampa, van a todo meter 
Lo mismo da por tierra...

... que por asfalto.
En un ratín (2h, puesto que hace varias paradas en todo el recorrido), llegamos a Tuluá donde cogeríamos la buseta que nos llevaría de vuelta a Buga poniendo fin a la aventura rural y arrancando con la aventura de la colada.


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