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domingo, 4 de agosto de 2013

Domigueros en Buga

Ayer fuimos formales después de la paliza de día en Ginebra, así que prontito nos fuimos a la cama para "madrugar" el domingo. Llevábamos un tiempo queriendo conocer Buga más allá de las compras de ultima hora, los recados y las visitas. Vamos que queríamos ser turistas por un día.

La primera parada obligatoria, y por lo que Buga es conocida en América, es la Basílica del Señor de los Milagros.

Poca gente en la basílica ¿no?
Por lo visto, este templo es uno de los puntos claves en las peregrinaciones en Latinoamerica. Como en todos los sitios que tienen algo de sagrado, el turisteo y el comercio del souvenir abunda. Mucha tienda de velas, escapularios, calendarios, agua bendita, estampitas y demas. También mucho restaurante (o por lo menos personas que los promocionan) y eso si, el menú el mismo en todos: sancocho, bandeja paisa, y ceviche de camarones.

Imposible entrar en la basílica por haber misa y estar hasta arriba de gente, nos fuimos al museo del Milagroso a conocer un poquito mas de cerca la historia de tal devoción. Sorprenden las 7000 placas que llenan algunas de las paredes del museo, en agradecimiento al Milagroso.

No hay un hueco libre
Visto que no había mucho que ver, nos acercamos al Faro, un monumento desde el que uno puede ver Buga en toda su extensión. A priori es gratuito, pero un jeta intentó cobrarnos 1000 pesos ¿Pagar por subir escaleras? Iba bueno el compañero.

No habíamos madrugado pero las tripas ya rugían un poco así que buscamos donde comer, terminando en nuestro amado Cañaveral (un supermercado con unos cuantos restaurantes fuera). Comimos de muerte pero lo mejor fue el postre que nos metimos aquí los autores entre pecho y espalda. Medio litro de helado de mandarina por 1 €.

Felicidad en estado puro
A la tarde volvimos a intentar visitar la basílica y otra vez misa. Así que de estrangis robe una foto del interior para que veáis lo distinto que es un monumentos de estos en comparación a los del viejo continente.

Ni un palmo de roca desnuda
Una de las cosas mas divertidas del día la descubrimos en la avenida que precede a la entrada a la basílica. Resulta que para paliar el calor desde las farolas de la avenida salen unos chorritos de agua pulverizada que hace las delicias de los visitantes acalorados.

Caras de agradecimiento bajo el chorro
Con la tontería se nos fue haciendo de noche y había que hacer compras (si, el supermercado abre los domingos). Así que cerramos el domingo con unos cuantos kilómetros en las piernas y la satisfacción de un día bien aprovechado.


Ah, y de regalo, una foto de los autores enfrente de la basílica.

También sabemos hacernos fotos juntos


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