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domingo, 15 de septiembre de 2013

Manizales: autobuses, cafe y termas

Últimamente parece que solo viajamos. El trabajo de campo se ha parado bastante por distintos motivos. Pero que le vamos a hacer... Si alguien tiene particular interés en el trabajo de oficina, que lo exprese y yo le cuelgo una entrada sobre el interesante trabajo enfrente del PC. En vista a que nos queda muy poco tiempo por Colombia hemos acelerado el ritmo de visitas. El jueves a la noche estábamos pensando en San Cipriano, pero cuando íbamos a irnos a la cama recibimos un mensaje de ultima hora:

 Enara: Vamos a ir a Manizales este fin de semana. ¿venís?

Asaltamos rápidamente la información disponible sobre Manizales y la cosa parecía atractiva. Centro histórico, buen clima, aguas termales y capital cafetera. Le pedimos permiso al alto mando del IMCA y salimos el viernes por la mañana.

Para variar la información disponible en Internet sobre autobuses (la cual también es un rato escasa) ni se acercaba a la realidad. Los buses salen cuando quieren, parando donde le sales de los c******s y la comunicación no es la principal virtud de los conductores.

Enara, llegamos a las cinco o así...

Si los buses fuesen la mitad de buenos que la terminal...
 Total que nos metimos en el bus para 4 horas de nada de viaje. Largo como el demonio y parando en sitios que uno pensaba que se quedaba sin autobús. Hasta tuvimos doble encuentro con la policía. Uno con registro y cacheo, y otro con revisión de pasaportes. Todo sea por seguridad (y por retrasar el viaje lo más posible, parecía). Y por fin llegamos a Manizales. Para entonces ya teníamos a una avanzadilla de compañeras en Manizales con hostal y todo localizado. El tiempo respetaba e incluso dejaba ver el Nevado con la columna de humo que lo acompaña desde hace poco por el inicio de su actividad volcánica (pecado mortal no haber tirado foto).

Llegamos con hambre y cansados así que las ordenes eran bien claras: compras, cena rica en el hostel y a la cama. Las veces que nos hemos juntado con los compañeros de Medellín siempre han terminado en grandes cenas y no por la cantidad. Si el compañero Ander está a bordo, la delicia esta garantizada. Para más inri, el caballero había vuelto con muy buena onda de Salento y tenía la creatividad por las nubes.

¡Todo correcto, Iñigo!
Mientras Ander estaba al fogón el resto le dábamos a la escoba, el Jinga o la hamaca.

Cervecita y panchitos

La tele ni la tocamos

A estas sí que les sacamos humo
El viaje había sido pesado y a Julene y a mi, por lo menos, también nos pesaba la semana. Así que nos fuimos a la cama mientras el resto de compañeros se fueron a explorar la noche paisa.

¡Que aproveche y hasta mañana!

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Como es costumbre cada vez que nos reunimos los pantxitos, el despertar fue lento y delicioso. El plan era día urbano tranquilo conociendo Manizales y a la tarde, hostel a muerte ya que al día siguiente iba a tocar madrugar a aquellos que querían ir a la montaña.

La ciudad es muy agradable y da gusto coger autobuses por la claridad de los destinos y por la amabilidad de los conductores (aquí no hay tarifa tunoeresdeaquí, sino que viene bien clarita en una pegatina en el morro del bus). La idea era subir en bus hasta el barrio de Chipre, desde donde se puede admirar la ciudad desde lo alto, y desde ahí ir bajando poco a poco viendo distintos lugares. 

Vimos la buseta que sube y lo confirmamos hablando con el conductor. Llegamos a Chipre pero el conductor no nos confirmaba nada. Solo cuando se dio la vuelta se acordó y pregunto "Había gente que preguntó por Chipre no?". Nos tocó retroceder sobre nuestro rumbo para llegar a la primera parada: el monumentos a los colonizadores. Allí nos sorprendió una especie de guarda que tenía el monumento y que nos contó toda la batalla al respecto. Es una super estatua que representa al detalle a aquellos primeros colonizadores que lucharon contra desde los elementos hasta las fieras locales. Hasta el más mínimo detalle tiene su historia.

Los colonizadores

Atentos al señor

Atendiendo a cada detalle
Desde allí y a pocos metros estaba el mirador. El sitio era privilegiado para ver los nevados y la ciudad desde lo más alto, pero la meteorología no nos ayudo al respecto. Llegamos al mirador y no nos pareció para tanto. No merecía la pena pagar para subir, ya que las nubes no dejaban ver nada. Así que paramos la caminata por un rato (y por la lluvia) bajo un toldo donde recuperamos de la mano de Patri unos cuantos juegos de infancia.

Algún juego más, señora
Seguimos bajando hacia la catedral y el centro. Por el camino nos encontramos con la escuela de arte de la Universidad de Caldas con la curiosa escultura de la foto. Personalmente me desilusione un poco con la catedral al llegar. Desde varios puntos de la ciudad uno alcanza a ver la gran catedral neogótica de Manizales, imaginándosela preciosa como parece desde la lejanía. Pero al acercarse uno solo se llevó un disgustazo. Resulta que el edificio esta entero hecho de hormigón, y lo que es peor, se ve. Nada de pintura, nada madera. Las únicas notas de color o vida vienen de los rosetones o del altar forrado en mármol. Menos mal que la plaza de justo enfrente con la estatua de Bolívar Cóndor le da vida a la estampa. Que estatua tan bonita, por cierto.


Paseando por las nubes

Se nota hasta el encofrado

¡Qué bonita y qué fea a la vez!
Vuela Bolívar
Unos metros más adelante uno llega al parque Caldas, dedicado al mártir de la Revolución. Aquí hay un templo mucho más bonito, entero en blanco con puertas y ventanas en una madera preciosa. El hambre acechaba y hubo que parar a tomar un típico almuerzo colombiano a muy buen precio (sopita con arroz, plátano y carne. Un clásico).

Caldas y los pantxitos
On egin!
Nos quedaba poco tiempo y Ander insistía en visitar el cerro de San Cancio. Así que nos cogimos unos taxis y nos acercamos al Cerro desde donde también pudimos ver toda la ciudad desde lo alto. Desde el taxi pude fotografiar el estadio del Once Caldas, uno de los clubes de fútbol míticos de Colombia y Latinoamerica (campeón de la Libertadores en 2004).

Palogrande desde el taxi
Llegamos al pie del cerro y como casi toda subida en Colombia fuimos siguiendo el via crucis que ameniza la subida (¿ameniza o mortifica?) y ya desde arriba pudimos readmirar la vista. Pero al rato tuvimos una visita no esperado. Apareció una patrulla de policía que le había chivado que unos turistas habían subido al cerro. La historia era que apenas dos horas antes habían atracado a una pareja. Nos sugirieron bajar y no rechistamos.

Manizales desde el cerro

Segundos antes de que llegase la policía

Ander necesitaba subir más alto
La noche se acercaba y repetimos el plan del día anterior. Buena comida, charlita, hamaca y juegos. 

¡Ponte unos nachos, Ander!

Rummi, cerveza y Jinga para todos
Y tuvimos un invitado especial: Pipe. Pipe (o Felipe) es un amigo de Patri que se ofreció a enseñarnos la montaña de Manizales. Como todavía no se había podido cerrar horarios ni nada, le invitamos a cenar para que resolviese con el grupo todas las dudas y horarios. La idea que tenían era coger un lechero a las 4:30 (si, si, de la mañana) para subir hasta donde empezaría una ruta que les llevaría hasta unas aguas termales. Julene y yo nos desmarcamos del plan desde el principio por falta de tiempo y porque tampoco teníamos ropa para ir por donde se hablaba (se hablaba de temperaturas de entorno a los 10 grados y yo solo tenia pantalones cortos).

El resto parecían tener más o menos claro que una oportunidad así no la podían dejar pasar. Y con la foto de la cena y esa idea nos fuimos a la cama. Al día siguiente veríamos como la realidad iba ser bien distinta.

Cena premontaña
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El domingo amanecimos con un panorama bien distinto al planificado. En principio Julene y yo nos íbamos a despertar únicamente acompañados por nuestras mochilas. Pero resultó que había habido un cambio de plan por la noche. Minutos después de que Felipe se fuese, empezó a maquinarse una escapada nocturna con él. Aquello ponía en compromiso la programada salida, por lo que se llegó hasta a comentar que no se iba. Para entonces Enara parecía tener claro que se quedaba con Julene y conmigo en tierra firme.
Debido a la salida nocturna la hora de acostarse de la expedición se movió desde las 22:30 hasta las 2:30, lo que les dejaba una hora de sueño hasta que partiesen hacia la montaña. Esto dejo a Ander y Ruth en la cama. Sorprendentemente Patri aguanto el envite y habiendo salido de fiesta y dormido una hora , salió del albergue y se fue con Pipe. Todavía no sabemos que fue de ella. Patri, si nos lees estaría guay que compartieses la batalla.

El bajón de animo en el grupo era patente por haber perdido la oportunidad de estar más cerca de la montaña. Así que tocaba buscar un plan matinal que pudiese hacer olvidar el plan fallido. Y aparecieron las termas. Por ser los nevados volcanes, la actividad volcánica esta presente en forma de aguas termales en varios puntos. Son varios los recintos en los que, de forma artificial, se acumula agua derretida por el calor del magma para ofrecer baños de aguas termales con una concentración en sales alta, la cual parece ser beneficiosa para la salud.

Por precio y proximidad parecían una alternativa muy buena a la montaña. Y vaya si lo fueron. Tras un fugaz viaje en taxi, llegamos a las termas de Tierra Viva. Muy poca gente y no más de 7000 pesos (menos de 3 euros) por persona para tomar baños en un par de piscinas. Sin palabras. Las caras de las fotos hablan por si solas (salvo la de Ruth en alguna, ya que por el azufre el agua picaba demonios en los ojos).
¡¡¡Agua caliente!!!

Me relajo antes de coger otro bus mortífero

Paradisiacamente, oiga

Así leía, así así ....
Y así terminaba el fin de semana. Directamente desde las termas nos fuimos al terminal de bus donde nos separamos una vez más. Allí nos esperaba otra jugada del destino en forma de autobús de dos pisos y viaje infernal de más de 4 horas por el eje cafetero hasta llegar al valle del Cauca.







  


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