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domingo, 8 de septiembre de 2013

Los pantxitos colombianos de Itziar (II)

El sábado empezamos el día con muchos sueño debido a la hoguera de la noche anterior, pero el superdesayuno que nos hizo Ander nos dio la fuerza para prepararnos todos y salir a las 9:30 de casa. El plan del día era ir al Valle Cocora, una parte del Parque Nacional Natural de Los Nevados, hogar de la palma de cera (árbol nacional de Colombia). Fernando nos consiguió un jeep para subir hasta la entrada del valle. Son vehículos que pueden cargar con nueve personas y generalmente rondan los 30 años. El señor nos dijo que el suyo tenía 50 años pero que hace unos años le cambio el motor. De todas formas, aún siendo un clásico son lo mejor para las carreteras montañosas de Colombia.

¡Pantxitos listos para la aventura!

¡Allá vamos!

Parece que va a llover
Tardamos algo menos de 30 minutos en llegar a la entrada del parque y como siempre, todo está preparado para atacar a los turistas: ¡arriendo de caballos! ¿Quieren caballos? ¿Necesitan guía?, es lo de siempre. Lo mejor es armarse de paciencia puesto que los muchachos lo hacen para ganarse la vida y tampoco hay que ser descortés aunque todos te ofrezcan lo mismo mil veces.

La primera foto la tomamos con el cartel del parque para poder comparar las caras después de terminar todo el recorrido. Según  Fernando la ruta ronda entre 5 o 6 horas con un ritmo tranquilo, subiendo por la ruta azul y bajando por la ruta negra. La diferencia entre las rutas se hizo evidente al volver: la ruta azul es una camino de cabra con barro, piedras sueltas, selva, río y puentes colgantes (es decir más aventurero) y las ruta negra era una pista amplia sin complicaciones (ideal para bajar corriendo). Para mí, lo mejor fue el barro, que aunque es cansado permite que tu mente se concentre en no ensuciarte o no caerte, haciendo que la caminata sea más divertido, además de olvidar el cansancio o el aburrimiento.

¡Patata!

¡Ala majos, el primer puente!
¡Como los niños o peor!

¡Qué buena perspectiva!

¿Qué calle cojo?

Durante toda la ruta son visibles las palmas de cera. Este árbol está considerada una especie vulnerable porque los campesinos o habitantes de las montañas lo han utilizado como árbol maderable durante muchos años, así como para alimentar el ganado o para las celebraciones católicas. Hoy en día es una especie protegida por el gobierno colombiano, aunque todavía algunos campesinos lo talan.

Será por palmas

Uno de los puntos de atracción turística del parque es la reserva natural de Acaime, donde habitan los colibríes. La metodología que usan para atraer a los colibríes es bien simple, se basa únicamente en poner bebederos en todas partes y no molestarlos cuando se acerca. Claro está que estos colibríes están medianamente acostumbrados a los humanos y se acercan sin miedo a tomar agua para luego desaparecer en el bosque raudos y veloces. Así que decidimos subir a ver los pajaritos (recomendados por otros turistas que bajaban de verlo) y pagar 4.000 pesos (no llega a 2€). En el cartel ponía que el dinero recaudado se dirige a la reparación de los puentes, pero no estamos muy seguros de eso porque los puentes tienen su tela, además hay siete antes de llegar a la reserva. ¡Mirarlo vosotros mismos!

¿No os cansáis de posar?

¡Como Indiana Jones!

Voy a esperar por si acaso parte el puente

Durante la subida tuvimos mucho tiempo para sacar fotos y aprovechar el paisaje como marco. La intención no era matarnos a subir sino hacer turismo tranquilo, disfrutar de la compañía, del paisaje y echarnos unas risas. 

Reencuentro de Durangas

¡Vaya cuadro!

Un puente más

Se balancean más de lo que parece

Hubo caídas varias. ¡Todas con mucho estilo!

¡Qué sonrisa más agradable!

Parse ¿y este tío de que se ríe? ¡Tu bebe y disimula, que no nos ha visto!

Ummmm ¡Qué fresquito!

¿Y tú qué miras?

¡Nada parse, nada!

En la reserva te regalaban una bebida por pagar, además ya era hora de comer algo porque casi tres horas andando pasan factura al estómago. Mientras que observamos a los pájaros nos encontramos con uno de los muchachos que estuvo con nosotros en la hoguera, el chipriota Aris que iba acompañado de dos israelitas. Ellos se adelantaron porque tenían intención de almorzar en la siguiente finca llamada "La montaña", nosotros esperamos a recuperar para seguirlos por la loma: 260 metros hacia arriba en 0,8km. Aquí os dejo la gráfica del GPS:

Las vistas lo merecían la verdad y la hierba era muy esponjosa, lo ideal para descansar un poquito antes del último tramo en zig-zag.

¿Cómo hago para subirme ahí?

¡Hacer como que estamos bien, que nos están enfocando!

Una panorámica de las cumbres
En la finca "La montaña" se terminaba la ruta azul, la subida estaba hecha, ahora tocaba bajar. Allí arriba paramos un rato más para retomar fuerza, unas galletitas, algo de agua y unas fotos para los ánimos.

Finca La montaña


 Esperando a la foto oficial de grupo

Precioso valle de Cocora
¿Por qué agachamos la cabeza?

La bajada fue mas rapidita que la subida, la pista permitía mirar el paisaje, bajar hablando o arreglando el mundo. Unas fotitos por aquí, unas moras silvestres por allá y de repente empezó a llover, ¡y como caía!. Nos tocó sacar todo lo posible para taparnos y esperar a que parara mientras que bajábamos. Por ahí os dejamos una foto que muestra muy bien como estaba llegando la lluvia, el sol brillaba pero por encima de las nubes.
Se parece al Parque Jurásico


¡Ahí viene la lluvia!

¡No sé quién está peor!

Singing in the rain!
Para acortar un poco la vuelta decidimos acortar campo a través, pues como las cabras lo hacen. Mirar bien, frenar lo justo y a saltar ya que la hierba esponjosa lo permitía. Nos ahorramos un tiempo con la tontería, incluso adelantamos a los caballos que hacía rato nos pasaron. ¡Todo vale con tal de llegar vivo y enteros a casa!

¡ECO!

Y ahora deja de llover

Algo más de palmas

Última foto del valle

Llegamos a casa todos de una pieza, con el cuerpo cansado pero satisfechos con el resultado: 5:14h de caminata realizadas sin prisas y a un ritmo cómodo, mientras que luchábamos contra plantas, piedras, barro y casi sin comer. Porque realmente preferíamos comer algo mejor al llegar a casa que un sándwich de jamón y queso frío. Total que al final merendamos sándwich, pero del bueno, echo con mantequilla y caliente.

Todos pasamos por la ducha de agua caliente del hostal y listos para salir a cenar trucha, otra especialidad de la zona. No fue fácil decidir donde comer trucha puesto que todos los restaurantes la ofrecen y casi por el mismo precio, pero siguiendo un poco a las indicaciones de Fernando decidimos sentarnos en un chiringuito que está montada en la plaza central. Variedad culinaria a tope: Vean, tienes trucha gratinada con.... tienen trucha marinada... trucha frita... fruta asada... Todo estaba riquísimo.

Lo siguiente fue buscar un bar para tomar algo o para bailar, pero al subir por la calle principal nos dimos cuenta de que había un concierto en el bar que el viernes de llegada fuimos a re-desayunar Iñigo y yo. ¿Quién dará el concierto? nos preguntamos, pues nada menos que ¡nuestros amigos los chilenos, Andrés y Sebastian! Tocó quedarse a verlos y lo disfrutamos.

El sueño apretaba, aún así algunos aventureros subieron al mirador por ver Salento de noche, pero no resulto ser muy atractivo y poco a poco nos fuimos a dormir.

¡Anda, los de la hoguera!
Por si algún curioso quiere ver la ruta aquí os dejamos el recorrido:

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El domingo amanecimos poco a poco y con un compañero incomodo en esto del turismo: la lluvia. El día anterior habíamos hablado de varias posibilidades para visitar y aprovechar el domingo, pero la lluvia se las llevó todas. Y como diría aquel: al mal tiempo, buena cara. Decidimos que el mejor sitio para estar iba a ser el hostel: desayunando tranquilos, descansando antes de coger autobuses, jugando a las cartas y escuchando música. 

El que no sonría por el desayuno ¡miente!

Tranquis, que seguro que para
La lluvia paraba poco a poco hasta que dejo ver el sol. Ya era el momento de salir de casa para despedirnos de Fernando y darle las gracias por los 3 días tan buenos. Mai nos dejó antes de la despedida de Fernando y a partir de ahí fuimos abandonando Salento poco a poco y con distintos destinos.

Última foto de familia antes de partir
Eskerrik asko, Fernando!


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