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sábado, 21 de septiembre de 2013

El día del amor y la amistad

Después de dos fines de semana de turisteo por ahí, ya tocaba volver a trabajar el fin de semana y ¡vaya que si volvimos!, a las 5 de la mañana preparados en la puerta del IMCA, ¿y a dónde vamos? a la vereda más lejana del municipio de Buga, La Mesa; una vereda a 2545 metros de altura y a cuatro horas de viaje en chiva. El objetivo del encuentro era compartir experiencias entre las asociaciones urbanas y las rurales  del municipio del Buga, además de visitar el lugar.

A las 5:05 a.m. montamos los primeros aventureros en la chiva, vehículo muy curiosamente adornado con fluorescentes de varios colores, como una discoteca móvil. Cuando terminamos de cargar la chiva de pasajeros y equipajes salimos hacía la segunda parada. En el camino tuvimos tiempo para hacer de todo un poco: algunas fotos, algunas bromas e incluso cantar feliz cumpleaños a nuestra encantadora compañera Camila, que cumple años el día del amor y la amistad. ¡Cualquiera no celebra sus cumpleaños arropado por dos vasco majisimos en un chiva discotequera!

La auténtica discoteca móvil

Probando la mercancía

Ilusa, no sabes o que te espera

Otra engañada


Buu jijiji

Mientras esperábamos en El Palo a los demás pasajeros empezó a salir el sol, aunque todavía hacía frío. Viajábamos unos 30 en la chiva y 2 en el Jeep de IMCA que venía por detrás de nosotros, hasta que se aburrieron de ir lento y nos adelantaron.

Amanecer en Buga

¡Andiamo pues!

La travesía duro cuatro horas y cuarto en chiva, es decir, dando saltitos, pegándote con las barras de la chiva, tragando polvo y rompiéndote la espalda por todas partes. Aún así, algunos durmieron y otros nos dedicamos a sacar fotos y disfrutar del paisaje. Hay muchos árboles pero los que más resaltan son los Yarumos, unos árboles de parecen tener hojas blancas, pero en realidad se debe a la densa capa de pelo que poseen sus hojas. Según tengo entendido, indican que el suelo donde se ubican está en fase de regeneración. Aquí os dejo algunas evidencias de lo dicho.

¡Estos ya se han dormido!

Lo blanco es Yarumo

¡Vaya montañas!

Va a hacer buen día
En 2 horas y algo más llegamos a una vereda que estaba a medio camino del destino, donde paramos para desayunar. Esta vereda vio como se produjo el accidente aéreo del 95 (American Airlines) y todavía hoy se puede apreciar donde golpeo la cola del avión, puesto que la vegetación es diferente. Cuentan que al ver el avión golpearse algunos pueblerinos subieron a socorrer a los pasajeros pero al llegar allí no había rastro ni del avión ni de los pasajeros, solo algunos escombros, cosa que sorprendió a los recién llegados. Resulta que el avión sobrepaso la montaña y fue a parar en la siguiente ladera.

Eran las 8 de la mañana todavía y por la altura hacia frío así que aprovechamos todos los rayos del sol que podíamos alcanzar. Patricia nos dio el desayuno simple pero completo, un sándwich de jamón y queso y un yogur para beber, ¡riquísimo!. Aprovechamos el momento para sacar fotos de grupo pero era más importante comer que aparecer en las fotos y muchos faltaron al evento de la sombra.

El pueblo que vio caer el avión

Rompe espaldas lo llaman

A ver el de la derecha del todo, ¡arrímate más!

La montaña que golpeó al avión
Una vez de retomar fuerzas con el desayuno partimos hacia La Mesa. A sabiendas de que nos quedaban unas cuantas horas todavía cada cual hizo lo posible para pasarlos más ameno. Nosotros hicimos lo mismo que la primera parte, unos dormir y la otra luchar con el polvo y las curvas para sacar fotos que valiesen la pena. 

El paisaje se basaba en montañas de color tierra y algo de verde oliva con muchas laderas y mucho relieve, acantilados, sol y nubes bajas. Lo impactante del viaje eran los desprendimiento, acantilados y la carretera, no sé que tipo de carnet hay que sacar para ser capaz de pasar una chiva por una carretera que a la izquierda tiene una pared de piedra poco lisa y a la derecha un acantilado. ¡Uy!, ¡y las curvas cerradas! He visto barracas que inclinan menos a sus pasajeros. Por suerte solo fueron tres o cuatro momentos (a los que sobrevivimos por sí no lo habéis notado).

Laderas andinas

Mirar por donde va la carretera en la montaña de la izquierda

Palma de cera

Hidroeléctrica del río Tuluá

Cuatro horas y cuarto más tarde llegamos a La mesa y todo el pueblo nos esperaba. Bajamos de la chiva y esperamos a qué los organizadores se organizaran para ir a la escuela de la vereda, que es donde realizamos la actividad de compartir experiencias. Alguno aprovecho el tiempo para sacar más fotos y otras nos dedicamos a la peluquería, para disimular un poco las horas de viento y polvo de la chiva.

La Mesa

Tiene también capilla

Las vistas

Cami, ¿qué te hago?

¿Y ese qué dice?
Lo primero fue montar los puestos con mesas, productos y paneles informativos. Mientras tanto Iñigo y Jonathan se dedicaron a grabar entrevistas y ver si el megáfono resucitaba. Camila como buena becaria, paso las hojas donde todos los participantes tienen que escribir sus datos personales, algo así como pasar la lista y yo fotografié de todo un poco.  

La escuela era bien hermosa y con vistas privilegiadas. Lo llevan dos profesores, un señor se encarga de los mas pequeños y la otra profesora imparte secundaria y bachillerato. Nosotros pudimos ver el aula de los más pequeños: limpia, repleta de material educativo y con una organización muy ingeniosa. La zona de ciencias, la zona de lengua,... todo estaba bien organizado y preparado para que el alumno se lo pase bomba en clase, tarea difícil.

No tienen problemas de ventilación 

Cogiendo sitio

Arreglo de cuentas

Iñigo: Aquí Jonathan // Camila: ¿Quién falta?

¡Pégate, pégate, pégate!

¡Te tengo!

¿Empezamos? ¡Si, ahorita!

El primer grupo es...

Asociación urbana

Asociación rural

Una vez terminado con todas las presentaciones nos fuimos a comer. La cocinera era una señora de la vereda que por un día convirtió su tienda - casa en restaurante - tienda - casa y los cubiertos no daban para todos, así que tuvimos que hacer turnos para almorzar sancocho, plato típico del valle. Nosotros fuimos de los últimos en comer, y de los medio en lavar los platos en la casa del vecino. 

Los lugareños habían ideado subirnos a una finca para ver mejor las montañas y de paso jugar a fútbol allí, un partido entre lugareños y extranjeros. Jorge insistía en que debíamos salir a las 3 de la tarde para volver a casa en una hora razonable, pero como siempre pocos atendieron y prefirieron alargar el partido. Nosotros aprovechamos para echar una siesta y disfrutar del paisaje, aún así nos sobro tiempo y Camila y yo nos fuimos a ver el río. El cómo hicimos para cruzar el río es una cosa que queda entre Cami y yo, el asunto es que lo pasamos y seguimos andando hacía delante hasta que alcanzamos a las mujeres que habían salido antes que nosotras. Unos minutos más tarde la chiva partir de regreso a La Mesa y paró a recogernos.

La finca con las mejores vistas de la vereda

¿Cuál es el plan?

Vaya dos locas

¡Qué colores!

¡Feliz cumpleaños Cami! 

¿Empezamos el partido?

Buenas vistas

El río

¿Lo cruzamos?

¡Cruzado esta!

¡Mira, ya viene la chiva!

¡Pero si esta al otro lado! 
Al llegar al llegar al centro de la vereda, nos despedimos de nuestros amigos rurales y partimos de regreso a Buga. Nos esperaban 4 horas y cuarto de nuevo por camino de cabras, rozando barrancos y etc. pero volvíamos a casa y con muchas ganas. El sol nos acompaño por pocas horas pero nos dejo un bonito color rojo muy intenso. 

Para terminar con el día, hicimos lo correcto para terminar de celebrar los cumpleaños de Cami, nos fuimos a cenar al Trapiche, un lugar muy tranquilo, normal de precio y agradable para estar con tus amigos, donde terminamos la velada.

A la vuelta le piso bien

Chao, Lorenzo








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